La mayor responsabilidad es de los productores.
La Crónica de Hoy – 18 de febrero 2020
Los plásticos provienen de transformar alrededor del 6% del petróleo producido en sus monómeros constituyentes, proceso altamente intensivo en uso de energía que emite alrededor de 1% de las emisiones globales (OCDE 2018). Desde la década de 1950 el uso de plásticos creció cada vez más rápidamente. Más de 50% de todo el plástico existente se produjo entre 2000 y 2015 y se ha convertido en uno de los materiales más utilizados, con un crecimiento de 5% anual. Este crecimiento continuará para pasar de 407 millones de toneladas (Mt) en 2015, a 1,600 Mt en 2050 (OCDE 2018). Solamente 9% de las 6,300 Mt de plásticos producidas entre 1950 y 2015 fueron recicladas y 12% incineradas; es decir, se han vertido unas 5,000 Mt al medio ambiente (Geyer et al 2017), actualmente presentes en océanos, islas remotas, polos, fondos marinos y áreas continentales.
La civilización industrial continúa vertiendo 9 Mt al año, impacto antrópico catastrófico porque se requieren cientos o miles de años para su desintegración, luego de fragmentarse en micro y nano-plásticos que contaminan la vida marina y terrestre, inundan las redes tróficas y llegan hasta muchos alimentos que consumimos. Esta catástrofe planetaria ha tocado los sentimientos públicos en casi todo el mundo y diversos países han establecido leyes para luchar contra este tipo de contaminación.
En México, al menos 17 entidades federativas (BC, CDMX, Colima, Durango, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Nayarit, NL, Oaxaca, Querétaro, QR, Sonora, Tabasco, Veracruz, Yucatán y Zacatecas) han prohibido el uso de bolsas, popotes, artículos desechables y otros plásticos de un solo uso. Recientemente, senadores y más de 50 empresas y asociaciones industriales firmaron un Acuerdo Nacional para la Nueva Economía de los Plásticos y establecieron una hoja de ruta hacia 2030 para reducir y eliminar los residuos plásticos y lograr 30% de material reciclado.
Todo esto está bien, pero responde a que buena parte de los electores comparten la preocupación de moda —aunque legítima— por los ominosos volúmenes de contaminación con plásticos en el planeta. Pero ¿por qué no empezar, simplemente, por cumplir la ley vigente?
Y es que, desde 2003, México cuenta con una legislación sobre residuos formulada bajo el enfoque de la prevención y la gestión integral. Los planes de manejo constituyen el instrumento clave para aplicar este enfoque, tanto para los residuos sólidos urbanos (RSU), como para los de manejo especial (RME) y los peligrosos (RP). Los RSU son los generados en las casas habitación (envases, embalajes, empaques, restos orgánicos, ropa vieja) y los que provienen de establecimientos comerciales o de la vía pública. Los RME son los generados por diversas actividades económicas (comercios, oficinas, restaurantes, talleres, mercados, rastros) en grandes cantidades (papel y cartón, aluminio y PET, otros metales, orgánicos, llantas, cascajos, etc.).
Las personas físicas o morales que generan 10 o más toneladas de residuos al año están obligadas a elaborar un plan de manejo, cuyo fin es minimizar la generación y maximizar la valorización de RME, bajo criterios de eficiencia ambiental, tecnológica, económica y social, con fundamento en un Diagnostico Básico para la Gestión Integral de Residuos elaborado bajo el principio de responsabilidad compartida entre productores, importadores, exportadores, distribuidores, comerciantes, consumidores y los tres órdenes de gobierno. Además, desde 2013, envases y embalajes de tereftalato de polietileno (PET), polietileno de alta y baja densidad (HDPE y LDPE), policloruro de vinilo (PVC), polipropileno (PP), poliestireno (PS o “hielo seco”) y policarbonato (PC) aparecen en el listado de la NOM-161-SEMARNAT-2011 en calidad de RME.
Si de reformas a la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (LGPGIR) se trata, habría que incorporar: (1) el enfoque de la economía circular; (2) la responsabilidad extendida de los productores; (3) el análisis del ciclo de vida integral de los productos, incluidos sus empaques o contenedores; (4) alternativas ecológicas sustitutivas de plásticos y normas para determinar biodegradabilidad y composteabilidad y, (5) en primerísimo lugar, ¡hacer cumplir la ley vigente, por favor!
Todos los grandes generadores de RME están obligados a elaborar planes de manejo —y ¡aplicarlos!— para la gestión integral de sus residuos y deberían estar haciéndolo ya…
(Agradezco la información y las guías de la Dra. Cristina Cortinas para este artículo).